La libertad moderna de la subjetividad se sume por completo en la objetividad adecuada a ella. El hombre no puede abandonar por sus propias fuerzas ese destino de su esencia moderna ni tampoco puede quebrarlo por medio de un acto de autoridad. Pero el hombre puede meditar previamente y concluir que el ser sujeto de la humanidad nunca ha sido ni será jamás la única posibilidad que se le abre a la esencia recién iniciada del hombre histórico. Una nube pasajera sobre una tierra ensombrecida: así es el oscurecimiento que la verdad preparada por la certeza de salvación del cristianismo, extiende como certeza de la subjetividad sobre un acontecimiento que no le está permitido conocer.
Martin Heidegger, La época de la imagen del mundo
La libertad del hombre moderno es una libertad siempre alienada, desde el momento que se establece el conocimiento de lo que es bajo la perspectiva de lo objetivo y lo subjetivo.
Para nuestro modo de ser moderno nada escapa al implacable imperio de la conciencia. Intentar pensar y obrar de una manera distinta corre el riesgo de ser señalado como anormal, extraño, ajeno, irracional. Corre el riesgo de la exclusión, y a través de ello, de una reinserción violenta dentro de la dictadura de la conciencia. No hay salida.
La única luz que se vislumbra en la insondable distancia del oscurecido pasaje de nuestro modo de ser modernos, es ser radicalmente modernos. Ser sujetos de una subjetividad estética: la resistencia, la estrategia, el trabajo crítico y artístico del sí mismo sobre el sí mismo.
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