Apuntes
sobre Filosofía y prácticas comunitarias
en la cultura mazateca
Lo que expondré a continuación pretende hacer manifiesto mi agradecimiento por la hospitalidad y generosidad de mis nuevos amigos Marce y Santos, a quienes conocí hace unos días en la inauguración de una exposición de arte pictórico mazateco contemporáneo a la que fui invitado, en el Museo Regional de Cholula.
Encuentro pertinente como medio para agradecer sus atenciones el enfocar mis halagos sobre un opúsculo escrito por mi anfitrión, el médico Santos Martínez, mazateco de cepa, quien me obsequió con el privilegio de leerlo, y maravillarme con ello de sus muy interesantes reflexiones.
El texto, titulado Filosofía y prácticas comunitarias en la cultura mazateca, combina de una manera más que acertada, por un lado, una contextualización teórica que expone con cuidado las observaciones de algunos estudios, diríase “clásicos”, de índole sociológica, económica, antropológica y filosófica sobre formas históricas de organización social, y por otro lado, experiencias personales que exaltan la vivencia concreta del modo singular de organización social del pueblo mazateco. Alejado de comparaciones o analogías simplistas, el texto va construyéndose bajo un tenso equilibrio entre ambos desarrollos argumentales, permitiendo con ello ponderar en su justa medida la relevancia del tópico que en las últimas décadas ha cobrado señera notoriedad y que revela, de manera implícita, los límites, los juegos discursivos, de interés, y de ejercicio de poder, que no es otro que la conformación de las disciplinas sociales bajo los parámetros de la “racionalidad” occidental: sesgada, excluyente, rígida, lineal, parcelaria y normalizadora.
Sin pretender ser exhaustivo —pues más bien recomiendo que quien lea ahora estas líneas se remita al texto que reseño, cuando éste sea publicado, para constatar mi análisis— deseo hacer notar que el testimonio de primera mano, expuesto por un mazateco mismo, es ocasión irrenunciable para esforzarse por comprender una perspectiva a la que no se podría tener acceso de no ser por la suerte que he tenido de leer a un autor que hace gala de una prístina inteligencia, de una cultura evidente, y de una imparcialidad envidiable. Y sólo como un ejemplo, habría que constatar cómo describe el recorrido que lleva a cabo con las herramientas del materialismo histórico a través de los consabidos modos de producción que se han sucedido en la historia de la humanidad, sin perder de vista la dialéctica existente entre las estructuras materiales y sus respectivas superestructuras ideológicas, para evidenciar su sesgo por generalización. Y esto último, Santos lo exhibe con la lucidez con que presenta a la organización comunitaria mazateca como una forma de organización social que por su irreductible singularidad escapa a cualquier clasificación, y también escapa a la asimilación inmediata de otros ojos que no sean los de un mazateco; ofreciendo con ello la posibilidad de que quienes lo leemos vislumbremos la realidad de la existencia de vínculos comunitarios alternativos a los de los esquemas gregarios que siempre se nos han presentado como racionalmente viables sobre la base de los discursos hegemónicos. Y para no fallar en la confección de lo que ilustra, entreteje toda su exposición con muchos otros elementos que integran el mundo mazateco con la descripción fundamentada de su cosmovisión, de sus tradiciones, de su arte, de sus nociones espacio-temporales, de su lengua, y demás. Todo ello, vertiéndose en un contundente apartado de conclusiones que han provocado en mí, tras su lectura, además del indiscutible gozo del enriquecimiento intelectual y espiritual, la seguridad de que, si continuamos luchando por hacer eco de la existencia de alternativas al mundo que se nos quiere imponer desde la andanada neoliberalista, la esperanza sigue en pie.
Miguel Dávila.
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